jueves, 26 de marzo de 2009

El chimpancé que olvidó como trepar a los árboles

Tao tenía hambre, llevaba mucho tiempo sin comer. Se encontraba parado mirando un árbol que había encontrado en su deambular por la sabana.
Era siempre el mismo ritual: caminaba sin rumbo concreto, encontraba un árbol y se detenía a mirarlo tratando de decidir que hacer a continuación.

Lo examinó detenidamente. Era alto y el duro clima de la sabana parecía que no había hecho mella en él. Ramas verdes y frondosas se extendían por las 3/4 partes de su ancho tronco. De forma inconsciente empezó a salivar imaginando cualquier clase de fruto que pudiera haber en aquella tupida red verde. Tao sacudió la cabeza y, molesto consigo mismo, se sentó tratando de calmarse, no podía dejar que el hambre nublara sus pensamientos.....

.....Siempre había sido de los chimpancés más valientes del grupo. Incluso en las épocas de mayor escasez se ofrecía voluntario para recolectar alimentos. Estos a veces se hallaban en lugares dificilmente accesibles para la mayoría de la manada y él era el que se encargaba de trepar a los riscos más escarpados y a los árboles más altos. Nunca se cansaba. Si a lo largo de una jornada de subir a una veintena de árboles no se encontraba nada, él era el primero en levantarse para intentarlo al día siguiente. "La selva es grande y hay comida para todos, solo tenemos que levantarnos e ir a buscarla", repetía constantemente para dar ánimos al resto.

Pero un día sucedió lo peor... Durante una noche de tormenta un rayo cayó e incendió un grupo de árboles. El viento soplaba muy fuerte y en pocos instantes la selva entera estaba en llamas. Todos los animales trataban de huir y aunque la mayoría logró escapar muchos murieron en aquel infierno.

Cuando la noche acabó, Tao se encontró solo. A lo lejos podía divisar pequeños grupos de animales que caminaban lentamente alejándose de las negras columnas de humo que marcaban lo que antes había sido su hogar. Estaba fatigado. Durante la huida de la noche no se había dado cuenta pero ahora sentía hambre. Miró alrededor tratando de encontrar algún árbol al que subirse para buscar algo de comida pero no vio ninguno.

Durante días caminó y caminó. A menudo encontraba algún árbol y rápidamente trepaba por sus ramas.... pero siempre lo encontraba vacío. Era evidente que otro animal había pasado por allí y no había dejado nada. Transcurrieron las semanas y Tao estaba cada vez más débil. Un día divisó un pequeño grupo de árboles y con las pocas fuerzas que le quedaban corrió hacia ellos. Cuando llegó, exhausto se acercó al que parecía más grande y verde. "Si, aquí debe de haber comida" pensó. Pero tan débil estaba qué cayó inconsciente a los pies del árbol....

....Se despertó sobresaltado. Miró alrededor instintivamente buscando algún animal que hubiera aprovechado la oportunidad para robarle aquel hallazgo... Seguía solo a los pies del árbol.... salvo por un detalle: a su lado había un enorme racimo de plátanos. Sin dudar un instante empezó a comérselos uno tras otro. Cuando hubo saciado su apetito volvió a mirar hacia arriba "debe de haberse caído de alguna rama, seguro", concluyó. Con el estómago lleno empezó a tener sueño y se acurrucó para dormir una pequeña siesta apoyado en el tronco.
Tras el sueño reparador comprobó sorprendido que un nuevo racimo de plátanos estaba a su lado y no sólo eso... un mango enorme también!. "Vaya, creo que este puede ser un buen sitio para instalarse" decidió Tao.

El tiempo pasó y diariamente la comida caía de la copa de aquel árbol que parecía inagotable: plátanos, mangos, naranjas, peras, manzanas.... Todos los frutos imaginables parecían crecer entre aquellas ramas mágicas. Tao era feliz. Apenas le importaba que varios gorilas y orangutanes se hubieran instalado en algunos árboles cercanos de aquel bosquecillo....
Hasta que una mañana Tao se despertó y no encontró fruta a los pies del árbol. Esperó y esperó pero nada cayó. Decidido a averiguar que ocurría se dispuso a trepar a aquellas ramas y al intentarlo.... se dio cuenta de que no podía.
Se había acostumbrado tanto a que la comida cayera de lo alto del árbol que había olvidado como subirse a ellos. Gritó enfurecido y desesperado pero la fruta no caía. Sollozando por la impotencia decidió esperar unos días más creyendo que solo era cuestión de tiempo que la fruta volviera a caer.

Pero aquello nunca llegó a ocurrir y Tao se vio obligado a abandonar aquél que durante tanto tiempo había sido su hogar.
Durante los días siguientes Tao encontró varios árboles y en todos ellos esperó pacientemente con la esperanza de que al menos una pequeña pera cayera de entre sus ramas..... nada. No hubo de pasar mucho tiempo para que Tao comprendiera que aquello era algo que solo su, cada vez mas lejano, árbol mágico era capaz de hacer.
Ante aquello, hizo lo único que podía hacer: aprender de nuevo a trepar. Al principio era frustrante porque debido a su falta de práctica era muy lento y siempre algún gorila o incluso otros chimpancés se le adelantaban y le arrebataban la comida que se encontraba en las alturas, pero con el tiempo mejoró. No tenía la agilidad ni la confianza del principio pero al menos conseguía llegar a las copas aunque terminase agotado.
Sin embargo, todo lo que conseguía eran pequeños bocados que no cubrían sus necesidades.

Mientras el tiempo pasaba y seguía andando, se adentró en una sabana y los árboles empezaron a escasear. Y cada vez que encontraba uno, al subir, se lo encontraba vacío. Con el paso de los días, Tao empezó de nuevo a debilitarse. Subía a todos los que encontraba y le parecían frondosos... pero en ellos no había comida y era consciente de que cada vez que lo intentaba y no conseguía alimento se debilitaba aún más.
Así pues, llegó a un punto en el que, cada vez que encontraba un árbol, lo examinaba bien antes de decidir si merecía la pena subir o no, puesto que era muy arriesgado. Además, en el fondo, aún albergaba la esperanza de volver a ver caer la fruta.... En muchas ocasiones, mientras se decidía, se le adelantaban y cuando le llegaban los gritos de triunfo desde lo alto se marchaba cabizbajo reanudando su búsqueda, lamentándose por su indecisión......

..........
Tao dio un respingo. Se había vuelto a quedar adormilado pensando. Se reprendió a si mismo, convencido de que una vez más se le habrían adelantado. Pero esta vez no había sido así. Un pequeño rayo de confianza le llevó a levantarse e ir decidido a trepar por el tronco.... pero a medio camino se paró, "y si.....?". Tao se dio la vuelta y volvió a sentarse frente al árbol sacudiendo la cabeza..............

Una frase: "Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar", Paulo Coelho
Escuchando: "The fool on the hill", The Beatles

1 comentario:

Beatrizl10 dijo...

Esta fábula y la frase posterior me han llegado como caídas del árbol ;D. Un abrazo, Coco.